viernes, 9 de julio de 2010

ZOE VALDES SIGUE CHAPEANDO...DESDE PUNTA CANA


Julio 8, 2010
por Zoé Valdés

DEL INFINITO ABURRIMIENTO.

¿Saben por qué no nos toman en serio? Porque ya cansamos con el espectáculo que se repite y se repite hasta más allá de la saciedad: el ministro español, el cardenal, y el general, decidiendo por el destino del pueblo cubano. Un pueblo que a lo único que aspira, en su gran mayoría, es a vivir un poquito mejor, y a largarse a Miami, para, en un año y un día, empezar a hacer maletas y llevar la pacotilla para Cuba, y entonces, aunque no sean todos, ponerse a especular. Puedo entenderlo, es humano, sobre todo cuando se tiene familia en la isla pasando las de Caín. Con eso contaba desde el principio Fidel Castro, con que el exilio lo mantuviera durante años. Así ha sido. Sólo que el exilio ha variado, ya no tiene la dignidad ni la ambición de libertad que tenía antes. Tampoco la ambición de mejorar, de ser competitivos económicamente. Es un exilio conformista.

El nuevo exilio se conforma con arreglárselas como puedan y que de vez en cuando le lleven una orquestica salsera desde Cuba a Miami. Ni siquiera se preocupan por oír los músicos del exilio. Para ellos ya esos no valen, perdieron el barco, el exilio los iguala a ellos, son nada.

De otra parte, ya aburrimos con el lloriqueo, con las mentiras, la egolatría, con el martirologio de a porfía, y sobre todo con la falta de consistencia a la hora de respetarnos a nosotros mismos, porque cuando se ansía la libertad no puede admitirse la contentura con leves, por no decir miserables, mejorías bajo el régimen que oprime al país.

Finalmente, creo que el exilio es la solución más inteligente. Quedarse allí para servirle de payaso o de víctima al régimen no soluciona nada, no coincide con la idea de progreso humano al que se debe aspirar durante una existencia. Pero hay quienes necesitan quedarse, y sacrificarse, a ésos, desde luego, que los respeto, pero a los que de verdad creen en lo que han decidido invertir sus vidas.

Sin embargo, deberíamos recordar que para un preso político, que sale de la cárcel enfermo, sumamente enfermo, la prioridad es curarse, junto a su familia. Los presos políticos deberían salir, en caso de que ellos lo desearan, con toda su familia. Toda. Esto es algo, una condición primordial, bajo contrato por escrito, que ellos deben exigirle a Moratinos y a la iglesia católica. Que una vez que estén fuera, con toda su familia, toda la que ellos quieran llevarse con ellos, o sea, madre, padre, mujer, hijos mayores y menores, así como madre y padre de su esposa, e hijos de matrimonios anteriores, en caso de que los tuvieran, ellos recibirán, así como toda su familia, las garantías de que tendrán atención médica, documentación en regla (o sea naturalización), permiso de trabajo, y trabajo. Así como viviendas adecuadas para poder alojarse el tiempo que ellos decidan. Estas condiciones deberían ser exigidas, y además, tendría que existir obligatoriamente un contrato firmado bajo control notarial, de que el gobierno que acoja a estos presos y a sus familiares, se compromete a respetar lo prometido, y las condiciones exigidas.

De lo contrario nadie los respetará. Pasado un tiempo fuera se olvidarán de ellos y ni siquiera los atenderán, no les darán los documentos que necesitan, ni la atención médica adecuada, y mucho menos los escucharán. Esto tienen que saberlo los que deberán salir de Cuba bajo negociación con el régimen. Ellos deben exigir que en esa negociación se les escuchen sus demandas, porque ellos no son esclavos, ni animales; como seres humanos, como cubanos, tienen el derecho a poner sobre el tablero sus condiciones.

En cuanto a los otros que se quedan, los de verdad, ¿qué pasará con ellos? ¿Qué pasará con Reina Luisa Tamayo Danger, con sus hijos, con su familia? ¿Qué pasará con el resto de los presos de conciencia? ¿Para esto murió Orlando Zapata Tamayo?

Para los que se quedan, los de mentira. O sea, los que piden cambios hacia un raulismo light, que no es más que el castrismo a la rusa, y a la china (sin la libertad de comercio, claro), ésos, que sigan aburriendo al mundo con sus demandas sus inútiles y constantes lloriqueos: “ay, yo quiero viajar y no me dejan (luego de haber vivido fuera y de haber regresado por su gusto), ay, yo quiero una computadora mejor que la tengo para poder postear, y un móvil para poder twittear, ay, miren, el hijo de un esbirro está haciendo una huelga de hambre, y un ex esbirro otra, ay, miren, salieron para la calle con un cartel que dice tal cosa, ay, miren, los ex segurosos ahora son blogueros, piden el levantamiento del “bloqueo”, ay, qué pena, miren, necesito ser la persona más influyente del mundo, necesito que me den el Nobel, porfa, ¡¡¡el Nobel!!!; si no me dan el Nobel y si no soy la persona más influyente del planeta me dará una pataleta, y el mundo se va a enterar”. Y así de perreta en perreta, seguirán entreteniéndose ellos, y aburriendo al mundo. Sobre todo cuando los que estamos fuera sabemos que, en tiempos como los que vivimos, Cuba dejó de ser hace mucho tiempo, una prioridad. Somos los últimos en la lista. Porque lo único que tenemos que ofrecer, nuestra sola riqueza, si es que podemos considerarlo una dote, es nuestro colosal aburrimiento.

Ayer, mientras disfrutaba de mis vacaciones, pregunté por qué no ponían música cubana en los altavoces, y sólo nos martirizaban con ese perreo insoportable el día entero, y la noche, y la madrugada. El DJ, un muchacho muy a la moda de marcas, que si no es Dolce and Gabbana no vale, y simpático respondió: “Señora, esa música es vieja, aburre”. El DJ no era dominicano, lo adelanto para los que se vayan a tirar como tigres, era cubano de nuevo diseño. Está aquí contratado en Punta Cana, no se considera exiliado, por supuesto. Es un emigrante de nuevo diseño. ¿Su nombre? Yozumel. No pregunté nada más, ¿para qué? Ya sabía de antemano que iba a aburrirme como una ostra.

Zoé Valdés.

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