Mural en Falls Road en homenaje a los diez huelguistas de hambre muertos en 1981Se suceden estos días los homenajes a los presos del IRA que protagonizaron en 1981 la huelga de hambre que puso contra las cuerdas al gobierno de Margaret Thatcher. Se conmemoran los 25 años de aquel acontecimiento histórico en el que diez hombres entregaron sus vidas y que contribuyó a cambiar la historia irlandesa. Hoy podemos afirmar que su sacrificio hizo más por la causa republicana irlandesa que todas las operaciones militares del IRA. Los cambios que ha experimentado en los últimos años el movimiento republicano que representa el Sinn Féin, en los que se ha ido optando por la política y la vía electoral en detrimento de la lucha armada, tienen su origen precisamente en un proceso que desencadenaron los presos republicanos con su lucha hace 25 años.

En la historia del republicanismo irlandés ya se habían producido con anterioridad huelgas de hambre y también con resultado de muerte: de hecho, doce republicanos habían muerto en huelga de hambre desde Tomás Aghas en 1917 hasta Frank Stagg en 1976, aunque quien más impacto social había despertado fue el alcalde de Cork Terence MacSwiney (Traolach Mac Suibhne), que murió en prisión tras 74 días de huelga de hambre el 24 de octubre de 1920, en plena guerra de la independencia. Sin embargo, la acción colectiva de 1981 superó cualquier expectativa anterior y produjo una gran conmoción social. Además supuso una novedad importante en la estrategia del IRA: los presos asumían personalmente el protagonismo y ese hecho iba a acabar deslizando la lucha desde las armas hasta la política.

La huelga de hambre fue la culminación de una larga lucha emprendida en 1976 por los presos del IRA en el Bloque H de la prisión de máxima seguridad de Long Kesh (denominada Maze por los británicos) y en la prisión de mujeres de Armagh, en defensa del estatus de prisioneros políticos y de su derecho a vestir sus propias ropas. En el inicio de la protesta se cubrían con mantas para no usar el uniforme carcelario y por eso se les conoció como “los hombres de las mantas” (blanketmen). La inflexibilidad de la premier británica Margaret Thatcher les negó el derecho a hacer ejercicio, a leer o a usar las instalaciones, a lo que los presos respondieron con la negativa a afeitarse, lavarse y vaciar sus orinales. La escalada represiva condujo al desafío definitivo: la huelga de hambre.

Como señalaron los protagonistas, no se trató de una estrategia republicana premeditada, sino de la respuesta personal de los presos republicanos, que no tenían más arma que su propio cuerpo ante la falta de voluntad de diálogo por parte de Londres. El 1 de marzo de 1981 Bobby Sands, el comandante responsable del IRA en esta prisión, comenzó la huelga de hambre, que durará siete meses y en la que diez presos morirán entre el 5 de mayo y el 20 de agosto: Bobby Sands, Francis Hughes, Raymond McCreesh, Patsy O’Hara, Joe McDonnell, Martin Hurson, Kevin Lynch, Kieran Doherty, Thomas McElwee y Mickey Devine.

Manifestación en Dublin en 1981 en apoyo a los presos republicanos La huelga obtuvo el respaldo social, expresado en manifestaciones multitudinarias pero también en las urnas. Las elecciones anticipadas en algunas circunscripciones a ambos lados de la frontera convirtieron a varios presos huelguistas de hambre en miembros del Parlamento: el 9 de abril Bobby Sands fue elegido para Westminster por Fermanagh/South Tyrone, y el 11 de junio Kieran Doherty y Paddy Agnew para Leinster House (Parlamento de Dublín), con el único programa político de respaldar las reivindicaciones de los presos republicanos. Tras 66 días, Bobby Sands morirá el 5 mayo. Cien mil personas le acompañaron en su funeral.

Ya nada volverá a ser como antes. Gerry Adams, Presidente del Sinn Féin (SF) desde 1983, que había conocido las terribles condiciones en que vivían los hombres de las mantas cuando estuvo en prisión preventiva en Long Kesh en 1978 y que después trabajó en el comité del SF de apoyo a los presos, considera que aquella huelga es comparable al gesto de Rosa Parks, la mujer negra que se negó a sentarse detrás en un autobús y que encendió la mecha de lo que fue el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.

En palabras de Adams, “los huelguistas eran hombres ordinarios que, en circunstancias extraordinarias, habían trasladado su lucha a un ámbito moral en el que esa lucha se había convertido en un combate entre ellos y el poder del Estado británico”. Lo que había comenzado siendo un intento de Londres de criminalizar a los presos del IRA había terminado criminalizando ante los ojos del mundo al gobierno de Margaret Thatcher.